Corrupción y corruptelas

Pedro Fernández Vicente
Periodista

Como ciudadano que soy, por encima de otras consideraciones profesionales, siento una gran incomodidad cada vez que sale a luz un nuevo caso de corrupción política, de malversación de fondos públicos o de cualquier otra circunstancia que salpica a la vida pública, a esa vida de la que me siento partícipe y en la que estoy inmerso. Es como una sacudida que me obliga a mirar de forma negativa aspectos de mi entorno, que yo considero la base de mi estado de ánimo cotidiano. La corrupción representa la mentira, el engaño, la traición, el egoísmo llevado a un grado insoportable, el desprecio a los demás, la falta de respeto por lo público.Es una ausencia de valores sociales que está más extendido de lo que pudiera parecer en principio, a la vista de todos los casos que vamos conociendo y que, gracias a la democracia, salen a la luz. Desde Roldán hasta Munar o Matas, asistimos a todo un espectáculo de delincuencia, más o menos organizada, que tiene un aspecto delicado, como es la costumbre de los ciudadanos a desayunar cada mañana con un nuevo caso, en el que el sinvergüenza de turno se ha llevado un montón de millones a un lugar secreto, para disfrutarlos una vez que haya pasado la tormenta de los medios. No podemos acostumbrarnos y admitirlo como irremediable. Y en eso, los medios de comunicación tenemos una responsabilidad. Es verdad que muchos de estos ladrones, que engañan diciendo que son políticos, esos que nos traicionaron con bonitos discursos de solidaridad, siempre dejan una parte de lo robado, de ese dinero que es nuestro, de todos, escondido a buen recaudo para una mejor ocasión. Y lo consiguen. Una vez que terminan su periodo de cárcel, si es que entran en ella, se dedican a esas tareas misteriosas que siempre les permiten vivir ¿decentemente?. No creo que quien ha traicionado de esta manera la confianza de todos nosotros, pueda vivir, con la ética necesaria, en ningún momento de su vida. Siempre estará salpicado de corrupción y engaño. Esa será su imagen. Al menos que la tranquilidad no sea total. Digo todo esto, y podría decir muchas cosas más, para lamentar que la vida pública esté salpicada de tantos casos, aunque sean menos que hace 30 años, porque la libertad nos permiten criticarlos, y quisiera pedir a los dos grandes partidos, a esos que no pactan o que lo hacen menos de lo que nos gustaría a todos, que hagan un ejercicio de limpieza de filas. Que busquen dentro de cada casa y pongan las cosas en orden, porque esto de la corrupción afecta a todos. Ahora que caminamos hacia una nuevas elecciones municipales y autonómicas, me gustaría ver las portadas de los periódicos con esas propuestas que nos hacen y no, como ya ocurrió en otras convocatorias, centrados en los casos de corrupción que cada partido esconde y protege para que se vea lo menos posible en tiempo electoral. No es deseable que una campaña esté asentada en eso tan detestable de “tu mas”. Utilizar, como disculpa de la corrupción propia, los excesos de los oponentes políticos.En fin, que también es corrupción mentir a los ciudadanos y llevar a la opinión pública por donde no corresponde. La propaganda política debe estar llena de argumentos y propuestas de gobierno y es responsabilidad de los candidatos y de los partidos contendientes hacerlo así.